La primavera trae consigo una explosión de colores y texturas. Espárragos blancos, habas, alcachofas y fresas invaden los mercados. La cocina se vuelve más ligera, incorporando ensaladas, pescados azules y platos a la plancha. En esta época también se celebran muchas fiestas populares donde la comida desempeña un papel central, como las ferias andaluzas o las romerías en el norte del país.
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El verano, con sus altas temperaturas, invita a preparar platos frescos como gazpacho, salmorejo, ensaladillas o pescados a la parrilla. Frutas como melón, sandía, higos y melocotones se consumen tanto frescos como en elaboraciones dulces. En la costa, el marisco y el pescado se convierten en los grandes protagonistas, y el ritmo pausado del verano favorece las comidas largas y al aire libre.
Optar por una cocina de temporada no solo favorece la economía local y la sostenibilidad, sino que permite disfrutar de productos en su mejor momento de sabor y textura. Restaurantes, cocineros y consumidores están recuperando esta forma de cocinar como una manera de reconectar con la tierra, las estaciones y los saberes tradicionales que han sido parte del ADN gastronómico español durante siglos.